
Y ahí, en ese preciso momento, cuando menos lo pensamos, cuando esta más distante de nuestra memoria, en algún rincón de nuestras secuelas del pasado, vuelven, y nos dominan, abusan de su papel, se vuelven importancia, nos revolucionan el cuerpo, nos estrujen el corazón, descarados que son, reaparecen a su gusto y también, de la misma manera, es cuando se van. Es una lucha interna, donde el rival nos lleva demasiada ventaja y terminamos rendidos bajo su dominio, increíblemente sumisos y logran así una dosis pura de melancolía, con un poco de amargura y arrepentimiento.
Increíble al poder del recuerdo quedamos atónitos, envidiándolo por su fuerza y persistencia. Ojala fuese recuerdo, vagaría por mentes ajenas, conseguiría perdones y reconciliaciones, mantendría vivo todo lo que con el tiempo va muriendo, sería motivación; pero sería un recuerdo diferente, sería agradable y que sin darte cuenta saque una sonrisa.Nada de lágrimas ni paredes que duelen, ya lo vivido puede llegar a ser muy cruel para que demos un replay.
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