
La brusquedad de aquel cambio, de olvidar el calor constante, esa ausencia de hambre, donde no existía la incomodidad ni la molestia, ni las penas, en ese mundo solo de dos donde había una sola persona que la entendía y que la sentía; Su madre que enfrentaba el afuera por ella, y la cuidaba como a una doncella, su familia que esperaba ansiosa su salida, en cambio ella entre lágrimas y lágrimas volver pedía. Dejó sus nueve meses de comodidad y vino a enfrentar la realidad. Es duro, pero Sofi, es hora de luchar.