
Tiré los zapatos sobre el sillón y seguí hasta el baño cerrando fuertemente la puerta detrás de mi. Me congelé frente al espejo observando a aquella desalmada mujer; su maquillaje que había sido minuciosamente elegido, era ya una cascada de tonos grises que recorrían desde sus ojos hasta el final de sus mejillas.
Su peinado que había tardado horas en ser perfecto se transformó en una señal de abandono y descuido. Su rostro furioso reflejaba los restos de una terrible discusión y sus labios fruncidos un perdón ausente.
Me senté en el frío suelo y puse la cabeza entre las rodillas, quizás así dejaría de doler tanto, ¿ y el corazón dónde lo ubico? ¿entre la razón y la realidad o entre el rencor y la ausencia? ...
Escuché que encendían el televisiór y en cuestión de segundos estaba parada frente a él con los brazos cruzados demostrando el más puro de los enojos
- ¿¡ Y así, de un día para el otro me vas a dejar!? - me era imposible controlar, las palabras no pasaban por mi mente, sino que salían por un acceso directo del corazón y llegaban a la boca con un gusto amargo y doloroso- ¡Nunca te importa nadie más que vos y vos! - Mi rostro tomaba un tono rojizo
- Renata mi amor- siempre tan dulce él, más me sacaba de las casillas - Te juro que no lo decido yo, de este viaje depende mi futuro, no tengo elección, en poco tiempo estoy de vuelta.
- ¡¿Seis meses te parecen poco tiempo?!
- Logré que mi jefe me cambiara el pasaje para la semana próxima, es todo lo que tengo a mi alcance, por favor, entendeme...
- ¡ No, entendeme vos a mi ! deja, andate, andate ya, dejame sola !
No hizo más que apagar el televisor, agarrar su saco y desaparecer en silencio.
Si tuviese una fotografía mía de ese momento, ganaría un premio por mi expresión patética: mis pómulos pendidos fuego, lágrimas negras, vestido semidesabrochado y mis puños aferrando con fuerza el control remoto.
Lo único que pude hacer en ese momento fue irme a dormir.
A la mañana siguiente el teléfono sonando insistente interrumpió mis sueños. Dejé que la máquina contestadora hiciera lo que yo no.
Cuando decidí levantarme, me vestí con una remera vieja y gastada y un pantalón que hacía juego.
Fui hacia la cocina, tomé una taza, me serví café, bien negro, bien puro, bien dulce, solo como a él le gustaba y me quedé con ambas manos sobre el pocillo mirando a la nada; de repente me llené de una sensación no muy definida. Una mezcla entre decepción y soledad, entre victoria y fracaso, entre lágrimas y risas; en ese momento algo me distrajo y dirigí la mirada hacia el teléfono. La luz del aparato titilaba ininterrumpidamente llamándome.
Sabía que el mensaje sería de él, un pegajoso "perdón", algún que otro "te amo", etcétera. Dudosamente presioné el parpadeante botón:
- "Hola Ren, soy yo, te quería decir que al final viajo hoy, dentro de una hora sale el avión, creo que este tiempo nos va a mejorar a los dos y que lo más conveniente es que hablemos cuando vuelva, cuidate mucho y a pesar de todo te amo, llamame...si queres"
No lo podía creer, ¡ se había ido, realmente se había ido! sin embargo, curiosamente no estaba enojada, era puramente tristeza lo que me recorría, quería abrazarlo y pedirle miles de perdones hasta el cansancio. Lo llamé pero su celular estaba apagado, miré de reojo la hora y llegué a la conclusión que hacía más de tres horas el avión había despegado. Le dejé una serie interminable de mensajes, todos con un dejo de desesperación. Traté de autoconvencerme que era lo mejor y que si el quería ésto, lo aceptaría.
Aquella tarde fue la peor de todas las vividas. Era imposible distraer mi mente de lo ocurrido. Como última opción encendí el televisor y me dejé absorber por el sofá.
Un zapping indeciso me dominaba; me reflejaba en cada película romántica y las lágrimas me amenazaban. La mejor de las comedias no me provocaba ni una mueca con indicios de sonreír, era inútil.
Me planté en el noticiero, y me dirigí a la cocina a hacer un té, no tenia hambre pero sentía una ansiedad incontrolable que me pedía incorporar algo.
Mi vida en ese momento parecía un drama en cámara lenta; me hundía en pensamientos y en terribles suposiciones. Me despertó el estridente chillido de la pava quien me trajo nuevamente a la realidad.
Fui con la taza en la mano y me paré en frente del televisor atontada. De repente, mi mundo se torno confuso y oscuro; el suelo quedó completamente mojado, lleno de pequeños trozos de cerámica.
Es inexplicable el vacío que sentí en ese momento, nada tenia sentido ni valor, la soledad nunca fue tan cruel. Temía olvidar su último beso, su último abrazo, su último te amo...
La cabeza me daba mil vueltas y mi vista se nublaba, húmeda y llena de odio, hacia mi misma, hacia el mundo, hacia él, por haberse ido, por haberme dejado...
El teléfono comenzó a sonar intranquilo, pero mi cuerpo no respondía, me sumí en las melodías de Yann Tiersen y en viejas fotos que reflejaban buenos momentos congelados.
Los calmante ya me estaban haciendo efecto y una extraña sensación de placer recorría mi cuerpo, muy lejos, en el silencio perturbador de la pausa entre canción y canción, oí golpes desesperados en la puerta y una voz que me resultó tan familiar...
- ¡Renata, abrime!
Era mi mente, era el producto de lo mucho que lo extrañaba, de cuando lo necesitaba, de sus caricias de su voz ausente, eran los recuerdos que quedaron vivos en mi memoria...
No...era él, realmente era él!.Una alegría auténtica me colmo, una gratitud inmensa recorrió mis cuerpo sintiendo un leve cosquilleo delicioso, una sensación de regodeo y bien estar...pero mi cuerpo no respondía y mis párpados se cerraron acompañados de una gran sonrisa.
Su peinado que había tardado horas en ser perfecto se transformó en una señal de abandono y descuido. Su rostro furioso reflejaba los restos de una terrible discusión y sus labios fruncidos un perdón ausente.
Me senté en el frío suelo y puse la cabeza entre las rodillas, quizás así dejaría de doler tanto, ¿ y el corazón dónde lo ubico? ¿entre la razón y la realidad o entre el rencor y la ausencia? ...
Escuché que encendían el televisiór y en cuestión de segundos estaba parada frente a él con los brazos cruzados demostrando el más puro de los enojos
- ¿¡ Y así, de un día para el otro me vas a dejar!? - me era imposible controlar, las palabras no pasaban por mi mente, sino que salían por un acceso directo del corazón y llegaban a la boca con un gusto amargo y doloroso- ¡Nunca te importa nadie más que vos y vos! - Mi rostro tomaba un tono rojizo
- Renata mi amor- siempre tan dulce él, más me sacaba de las casillas - Te juro que no lo decido yo, de este viaje depende mi futuro, no tengo elección, en poco tiempo estoy de vuelta.
- ¡¿Seis meses te parecen poco tiempo?!
- Logré que mi jefe me cambiara el pasaje para la semana próxima, es todo lo que tengo a mi alcance, por favor, entendeme...
- ¡ No, entendeme vos a mi ! deja, andate, andate ya, dejame sola !
No hizo más que apagar el televisor, agarrar su saco y desaparecer en silencio.
Si tuviese una fotografía mía de ese momento, ganaría un premio por mi expresión patética: mis pómulos pendidos fuego, lágrimas negras, vestido semidesabrochado y mis puños aferrando con fuerza el control remoto.
Lo único que pude hacer en ese momento fue irme a dormir.
A la mañana siguiente el teléfono sonando insistente interrumpió mis sueños. Dejé que la máquina contestadora hiciera lo que yo no.
Cuando decidí levantarme, me vestí con una remera vieja y gastada y un pantalón que hacía juego.
Fui hacia la cocina, tomé una taza, me serví café, bien negro, bien puro, bien dulce, solo como a él le gustaba y me quedé con ambas manos sobre el pocillo mirando a la nada; de repente me llené de una sensación no muy definida. Una mezcla entre decepción y soledad, entre victoria y fracaso, entre lágrimas y risas; en ese momento algo me distrajo y dirigí la mirada hacia el teléfono. La luz del aparato titilaba ininterrumpidamente llamándome.
Sabía que el mensaje sería de él, un pegajoso "perdón", algún que otro "te amo", etcétera. Dudosamente presioné el parpadeante botón:
- "Hola Ren, soy yo, te quería decir que al final viajo hoy, dentro de una hora sale el avión, creo que este tiempo nos va a mejorar a los dos y que lo más conveniente es que hablemos cuando vuelva, cuidate mucho y a pesar de todo te amo, llamame...si queres"
No lo podía creer, ¡ se había ido, realmente se había ido! sin embargo, curiosamente no estaba enojada, era puramente tristeza lo que me recorría, quería abrazarlo y pedirle miles de perdones hasta el cansancio. Lo llamé pero su celular estaba apagado, miré de reojo la hora y llegué a la conclusión que hacía más de tres horas el avión había despegado. Le dejé una serie interminable de mensajes, todos con un dejo de desesperación. Traté de autoconvencerme que era lo mejor y que si el quería ésto, lo aceptaría.
Aquella tarde fue la peor de todas las vividas. Era imposible distraer mi mente de lo ocurrido. Como última opción encendí el televisor y me dejé absorber por el sofá.
Un zapping indeciso me dominaba; me reflejaba en cada película romántica y las lágrimas me amenazaban. La mejor de las comedias no me provocaba ni una mueca con indicios de sonreír, era inútil.
Me planté en el noticiero, y me dirigí a la cocina a hacer un té, no tenia hambre pero sentía una ansiedad incontrolable que me pedía incorporar algo.
Mi vida en ese momento parecía un drama en cámara lenta; me hundía en pensamientos y en terribles suposiciones. Me despertó el estridente chillido de la pava quien me trajo nuevamente a la realidad.
Fui con la taza en la mano y me paré en frente del televisor atontada. De repente, mi mundo se torno confuso y oscuro; el suelo quedó completamente mojado, lleno de pequeños trozos de cerámica.
"El avión que había salido este medio día había desaparecido misteriosamente en medio del Océano Atlántico, sin señales de vida, sin respuesta alguna, los expertos dicen que...." aquella voz fue apagándose muy lentamente, dando una sensacion de lejanía hasta que un silencio atroz inundo mis oídos. Un grito incontrolado y se desesperación surgió de lo más profundo de mi garganta.
Mis rodillas cayeron sobre lo que era hace minutos atrás una taza completa; sin embargo, el único dolor que sentía era en un costado del pecho, estaba llena de angustia y las lágrimas emergían sin control.Es inexplicable el vacío que sentí en ese momento, nada tenia sentido ni valor, la soledad nunca fue tan cruel. Temía olvidar su último beso, su último abrazo, su último te amo...
La cabeza me daba mil vueltas y mi vista se nublaba, húmeda y llena de odio, hacia mi misma, hacia el mundo, hacia él, por haberse ido, por haberme dejado...
El teléfono comenzó a sonar intranquilo, pero mi cuerpo no respondía, me sumí en las melodías de Yann Tiersen y en viejas fotos que reflejaban buenos momentos congelados.
Los calmante ya me estaban haciendo efecto y una extraña sensación de placer recorría mi cuerpo, muy lejos, en el silencio perturbador de la pausa entre canción y canción, oí golpes desesperados en la puerta y una voz que me resultó tan familiar...
- ¡Renata, abrime!
Era mi mente, era el producto de lo mucho que lo extrañaba, de cuando lo necesitaba, de sus caricias de su voz ausente, eran los recuerdos que quedaron vivos en mi memoria...
No...era él, realmente era él!.Una alegría auténtica me colmo, una gratitud inmensa recorrió mis cuerpo sintiendo un leve cosquilleo delicioso, una sensación de regodeo y bien estar...pero mi cuerpo no respondía y mis párpados se cerraron acompañados de una gran sonrisa.